domingo, 12 de octubre de 2008

JAZZ


UN NUEVO ESTILO PARA LA COLECCION:JAZZ

El jazz es un tipo de música difícil de definir, puesto que en la mayor parte de los casos su estudio teórico se ha abordado desde los principios de la música clásica por musicólogos europeos y el jazz se resiste a ser abordado desde fuera de su propio universo.
El jazz, como muchas otras artes se explica a sí mismo, y sólo la experiencia de su audición permite comprenderlo.

Las raíces. El jazz es el fruto del encuentro de la tradición musical africana y la europea, en un escenario preciso, Estados Unidos, a raíz de la llegada de los esclavos negros desde principios del siglo XVII.
En el siglo XIX, la religión cristiana (sobre todo las iglesias baptista y metodista) fue impuesta a muchos de estos esclavos, que encontraron en los textos del Antiguo Testamento numerosas analogías aplicables a su propia situación y en las corales una forma de expresión musical.Estilo Nueva Orleans. Esta ciudad fue la cuna del jazz, aquí nació Jerry Roll Morton, que si bien no inventó el jazz, sí fue uno de los primeros músicos que tuvo conciencia de que esa música, en la que se entremezclaban tantas influencias y que partía de una tradición un tanto difuminada, era una “nueva” música. En este primer jazz todavía se aprecian claramente los lazos con la música de pasacalle y con el ragtime. Figuras indiscutibles de este momento son los cornetistas Buddy Bolden y posteriormente King Oliver
Pronto los grupos de jazz comenzaron a emigrar a otras ciudades de Estados Unidos, como Nueva York o Chicago, y en 1917. Tras la clausura del barrio de Storyville, (en el que a lo largo de veinte años habían encontrado cobijo la prostitución y toda su infraestructura recreativa), esa emigración fue masiva.

Nueva York y Chicago en los años veinte. En los primeros años veinte el jazz encontró refugio en los locales de los traficantes de alcohol. Ya en 1923 las orquestas de King Oliver y de Jerry Roll Morton comenzaron a grabar discos que anunciaban el jazz (a posteriori llamado “tradicional”) que tendría en Louis Armstrong a su más popular representante.
Armstrong, al frente de sus Hot Five primero y luego con los Hot Seven, consiguió que el jazz diera un salto enorme en su evolución al imponer la expresión personal del solista frente a la improvisación colectiva entretejida que caracteriza el estilo de Nueva Orleans.
Otra gran figura fue la de Bix Beiderbecke, un trompetista blanco cuyo original fraseo y prematura muerte hicieron de él un mito del jazz de esa época
Junto a ese florecimiento de los solistas, los años veinte conocerían el inicio del esplendor de las grandes orquestas, como la de Paul Witheman, que se consagraría entre el gran público con su versión de “Rhapsody in Blue” de George Gerswhin, la de Fletcher Henderson, con solistas como Rex Stewart a la trompeta o Coleman Hawkins al saxo tenor y sobre todo la orquesta de Duke Ellington

Los años de la Depresión. El crac económico de 1929 afectó gravemente a numerosos músicos que se vieron alejados de los estudios de grabación y de los escenarios, sin embargo el público seguía reclamando espectáculos y las orquestas ya establecidas siguieron conociendo un auge imparable al que se sumaría, entre otras, la de Count Basie, considerada por muchos la mejor orquesta de jazz de todos los tiempos.
De estas orquestas surgirán numerosos solistas de enorme personalidad. Figuras singulares de este momento son el pianista Art Tatum y el pianista y cantante Fats Waller.
Una importante consecuencia de la depresión económica americana fue el desplazamiento a Europa de muchos artistas en busca de trabajo. Aquí el panorama que encontraron fue muy diferente al que conocían, pues si en un primer momento sus actuaciones se limitaban a los salones de grandes y vetustos hoteles, que veían en el jazz un signo de modernidad, pronto pasarían a las salas de concierto arropados por una afición que veía en ellos a los padres de una nueva música.
Fue el momento de la eclosión de los “hot clubs”, verdadero conciliábulos de los aficionados al jazz, a la vez que, contagiados por la presencia de músicos como Coleman Hawkins o Sidney Bechet, comenzaron a despertarse numerosas vocaciones musicales, surgió así la mítica formación del Quinteto del Hot Club de Francia liderado por el guitarrista Django Reihardt y el violinista Stéphane Grappelli
La era del swing. En 1923 se derogó la prohibición del alcohol en Estados Unidos y este hecho, junto a los éxitos y la popularidad de formaciones de músicos blancos como Benny Goodman o Glenn Miller contribuyó a que el jazz perdiera, al menos en parte, el calificativo de música marginal
En la segunda mitad de los años treinta el jazz alcanzó uno de sus grandes momentos de florecimiento. Es el estilo que se conoce como “mainstream” (literalmente se traduce por corriente principal), época intermedia entre el jazz tradicional y el jazz moderno.
Las orquestas seguían siendo el marco ideal para el lucimiento de los solistas y a la vez favorecieron la eclosión de nuevos talentos como el saxofonista Lester Young y del contrabajista John Kirby.
Fue el momento también de la aparición de dos grandes cantantes, Billie Holiday y Ella Fitzgerald, quienes, junto a Sarah Vaughan, reinarán hasta nuestros días como diosas entre las voces del jazz.

El jazz tras la segunda guerra mundial. En 1941, los Estados Unidos entraron oficialmente en guerra y buena parte de los músicos de jazz se vieron obligados a vestir el uniforme militar y a colaborar con las bandas del ejército o a grabar discos destinados al esparcimiento de la tropa. En Europa tampoco se respiraban buenos aires para esa música que los nacionalsocialistas calificaban de "degenerada".
La influencia de la guerra en la vida de los músicos y sobre todo las ansias de innovación de los más jóvenes contribuirían a una profunda renovación del jazz.
El club Minton´s Playhouse sería la cuna de un nuevo estilo, el bebop, que tiene en Charlie Parker y Dizzy Gillespie a sus líderes indiscutibles. Los músicos de jazz ya no encontraban en el mundo del espectáculo el lugar adecuado para expresar su talento, simplificando las cosas, si Louis Armstrong representó en su momento la toma de conciencia del solista dentro de las formaciones del jazz, los bopper representaron una toma de conciencia mucho más amplia, se trata de volver a los orígenes, de reinterpretar y reescribir la tradición mediante la exploración de nuevas armonías, la ampliación de los registros sonoros y explotar todas las posibilidades de los ritmos y los tempos a la vez.
Entre los nuevos músicos Thelonius Monk sería uno de los primeros en adaptar el piano al bebop, igual harían Charles Mingus con el contrabajo y Miles Davis con la trompeta entre otros muchos.
La escena del jazz de la segunda mitad de los años cuarenta era un auténtico hervidero, pues, ante el nacimiento del bebop, los representantes de la tradición trataron de revitalizar el estilo de Nueva Orleans, a la vez que la música afrocuabana, instalada en Nueva York, se adueñó de buena parte de las salas de baile
Fue también la época del gran triunfo de la cantante Ella Fitzgerald, con unos recursos técnicos incomparables como el "scat", forma vocal basada en sílabas onomatopéyicas (ya utilizada por Louis Armstrong) que permite competir con la improvisación instrumental. Junto a ella destacaron como las más grandes figuras del jazz vocal Billlie Holiday, con un estilo más intimista y Sarah Vaughan, la cantante más emblemática del bebop.
Además de los clásicos como Armstrong, Basie o Ellington y de los modernos Parker y Gillespie, el rhythm and blues vivía un momento de esplendor con la aparición de figuras como Ray Charles, Etta James o Chuk Berry. Incluso parecía que algo empezaba a cambiar en la política estadounidense, surgiendo las primeras emisoras radiofónicas destinadas al público afroamericano y desterrando etiquetas como la de "race records" que se habían destinado a esta música.

Los años cincuenta: bebop, coul y rhythm and blues. En la relativamente breve historia del jazz, apenas un siglo, los cambios se han producido siempre a caballo sobre movimientos existentes, que no han desaparecido, sino que sólo han cedido la primera página de la actualidad sin llegar a extinguirse. Lo que en principio parecían "modas" son en realidad estilos, que se han afirmado con el paso del tiempo y están obligados a convivir en el amplio espacio de la música afroameriana. Esta situación se hace patente en los años cincuenta.
Por un lado algunos músicos blancos, como Chet Baker, rehuyeron el lado más explosivo del bebop sin renunciar a los progresos que éste suponía y adoptaron una estética más apaciguada con un toque de lirismo y emoción a la que se aplica el nombre de cool jazz .
El cool jazz, sin embargo es un movimiento amplio que abarca desde el llamado "jazz de cámara", por ser demasiado elegante según algunos, del Modern Jazz Quartet, hasta colaboraciones irrepetibles como la Miles Davis y Gil Evans, pianista y compositor cuyos sabios arreglos, entre los mejores de la historia del jazz, crearon la atmósfera ideal para que el estilo intimista de Davis alcanzara algunas de sus puntos culminantes.
Por otra parte con Max Roach, los Jazz Messengers y las formaciones del saxofonista Sonny Rollins o del contrabajista Charles Mingus, el bebop proseguía su evolución, enriqueciéndose día a día con nuevos hallazgos que sentarían las bases del jazz moderno.
Mientras tanto el rhythm and blues, la forma más popular de la música afroamericana, había alcanzado un desarrollo imparable gracias a figuras como Ray Charles, Louis Jordan, Fats Domino, o Chuk Berry.
En el terreno estrictamente del jazz, algunos músicos surgidos del bebop comenzaron a cultivar el funk, impregnado de resonancias del blues y del gospell, en el que destacarían organistas como Lou Benett, guitarristas, Grant Green o trompetistas como Donald Byrd. Su música era densa y tórrida, con ese mismo espíritu de trance místico heredado del gospell y que el soul haría suyo.

Los años sesenta: la "New Thing" y el soul. En Estados Unidos los años sesenta vieron cómo los movimientos políticos y sociales afroamericanos adquirían cada vez mayor dimensión con líderes como Martin Luther King o Malcolm X, y lograban el objetivo de la consecución de los derechos civiles que hasta entonces el racismo les había negado.
En este marco apareció la primera casa discográfica dirigida por un hombre de color, la Tamla Motown, responsable del lanzamiento de numerosas estrellas del rhythm and blues y el soul con una gran capacidad de penetración comercial, es el caso de Marvin Gaye, Aretha Franklin, Sam Cooke y sobre todo James Brown, apodado “Godfather of soul” (el padrino del soul), que supo transformar como nadie la esencia del gospell en experiencia mística laica, convirtiendo sus conciertos en actos de fervor casi religiosos.
Mientras tanto el pop británico de los Rolling Stone o Erik Clapton descubría el blues y lo divulgaba entre el público europeo a través de sus propias versiones, a menudo bastante alejadas del original, pero que sirvieron para dar a conocer a algunos de los grandes maestros del blues.
Así mientras una parte de la música afroamericana alcanzaba una dimensión como nunca se había conocido, el jazz vería el advenimiento de la “New Thing”, literalmente la “cosa nueva” o free jazz, una radical alteración de los principios musicales que habían regido anteriormente la improvisación. Músicos como Ornette Coleman o Cecil Taylor lideraron este movimiento revolucionario de tintes reivindicativos que chocó contra el muro de la incomprensión. Promovían una música ajena al servilismo hacia el público blanco, que paradójicamente era el único que les prestaba atención, mientras el público afroamericano se decantaba hacia otros estilos. Aún hoy los coletazos del free jazz tienen más eco en Europa que en Estados Unidos
Buena parte de los músicos del free jazz, excelentes instrumentistas, fuero poco a poco abandonando este callejón sin salida que les conducía a una situación de incomprensión musical generalizada.
En resumen, el final de los años sesenta fue una época de increíble proliferación de estilos y de géneros y el aficionado al jazz disponía de un amplísimo abanico de ofertas, desde el tradicionalismo de Armstrong a la vanguardia de Cecil Taylor o de Charles Mingus, pasando por las orquestas de Count Basie y Duque Ellington, por las diversas formaciones de Dizzy Gillespie, los Jazz Messengers, el blues de B.B. King, el soul o el rhythm and blues

Los años setenta y el espíritu de fusión. En el mundo de la música todo había cambiado: la difusión discográfica, el tipo de conciertos, la radio, la televisión... ya nada era lo mismo, y la música, al igual que otras artes, como el cine, es también negocio. Jimi Hendrix y otros se habían aventurado en el mundo del rock con una música eléctrica de marcado acento afroamericano y habían conseguido un éxito notable. El rock, la música progresiva, el pop y otras etiquetas semejantes vendían, el jazz no podía quedarse fuera y así a algún genio se le ocurrió el concepto de “fusión”, en el que cabía un poco de todo,
Como en los años del bebop, surgirán de nuevo las polémicas y muchos consideraban a Miles Davis y a su jazz-rock o fusión fuera del jazz o todo lo más como un género menor.
Los años setenta verían desaparecer a algunas de las grandes figuras del jazz de todos los tiempos como Armstrong o Ellington y a muchos les faltó tiempo para augurar la defunción de toda la música del jazz. Los históricos desaparecían y los jóvenes se vendían por un puñado de dólares al todopoderoso rock. La realidad, sin embargo, fue muy diferente, la música afroamericana no había muerto, no sólo el jazz, el blues o el rhythm and blues proseguían su camino, sino que no cesaban de surgir nuevas formas y nuevos músicos, como la “salsa” neoyorkina, heredera de la tradición afrocubana de los primeros músicos latinos llegados a Nueva York e impregnada de influencias del jazz y del soul, o el funk de músicos como George Clinton.
El enorme celo interpretativo de los músicos dio lugar a una espectacular evolución de los sonidos, no sólo se habían añadido nuevos instrumentos sino que también las técnicas progresaron con gran rapidez, cabe citar a Jaco Pastorius que transformó el bajo eléctrico, o Joe Zawinul el uso de los teclados.
Los años setenta no significaron, ni mucho menos, el declive del jazz y de la música afroamericana en general, sino una nueva etapa de transición.

Vuelta a los orígenes y nuevas perspectivas. Los años ochenta significaron en cierta manera un proceso de clarificación, Miles Davis regresó a los escenarios tras una larga ausencia rodeado de músicos jóvenes. El jazz recibía apoyo institucional: incluso en España el gobierno subvencionaba giras y conciertos, en Francia se condecoraba a los músicos y en Estados Unidos, antes de tener un presidente saxofonista, Ronald Reagan ya invitaba a Miles Davis a la Casa Blanca.
El jazz seguía siendo minoritario pero tenía un público consolidado. Comenzaba a despuntar una nueva generación de músicos que seguía caminos diferentes, los unos tras la pista de la siempre anhelada vanguardia y los otros por el camino del regreso a los orígenes. Entre los primeros los Weather Report con Omar Hakim, el infatigable John McLaughlin o el siempre ingenioso Lester Bowie. Entre los que se decantaron por los orígenes el protagonista es Wynton Marsalis, técnicamente irreprochable, su estética despertó los más diversos comentarios.
Los años noventa han confirmado esas numerosas corrientes dispersas. El jazz no tan solo no ha muerto sino que quizá está más presente que nunca en la actualidad musical. El auge del rap, la recuperación del bebop, el "revival" del soul, los éxitos comerciales del funk y sus derivados, la aparición de nuevas bandas del más puro estilo Nueva Orleans, la actualidad del blues o incluso el éxito en las discotecas del "acid jazz" son síntomas de la buena salud de esta música cuando ya ronda el siglo de existencia bajo el nombre de "jazz".
Con el paso del tiempo esos salmos teñidos de tradición africana darían lugar a lo que se conoce como GOSPELL, canto religioso que adopta formas diversas: la prédica del pastor, los grupos vocales y gran número de solistas especialmente femeninas.
La música religiosa convivía con la profana: canciones de plantación, baladas, y otras formas de expresión popular, tanto africanas como europeas, que alimentarían uno de los grandes pilares de la música afroamericana, el BLUES. Si nos atenemos a criterios musicales el blues es una estructura de doce compases, que utiliza las llamadas “blue notes”, alteraciones de la tercera y séptima notas de la escala, pero el blues es mucho más, hay quien lo traduce por tristeza, aunque es más acertado la definición de los propios cantantes de blues: “Blues is a feeling”, es una sensación, un sentimiento.
Por otro lado surge en Saint Louis hacia 1870 un estilo pianístico, que sin llegar a ser jazz se acerca mucho por su carácter dinámico y saltarín, es el RAGTIME, su característica principal es la superposición de un ritmo regular tocado por la mano izquierda y un ritmo sincopado que va haciendo la mano derecha, a veces también utiliza las “blue notes”. Su origen parece ser que está en las danzas que bailaban los esclavos parodiando a sus amos. Las partituras de ragtime se grababan en “rollos de cartón” para piano mecánico o pianola y su músico más representativo fue Scott Joplin.
El nacimiento del jazz se pierde en esa confluencia de formas y estilos musicales de la cultura afroamericana que se produce a finales del siglo XIX: el gospell, el blues, el ragtime, las marchas militares, la música de baile europea....Toda esta mezcla creará el transfondo sobre el que Jerry Roll Morton se permitiría autoproclamarse “inventor del jazz”.

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